jueves, 26 de enero de 2012

OTORONGOS CONTRA OTORONGUITOS:

LA CORRUPCIÓN DE LA GRAN TRANSFORMACIÓN

El Congreso Nacional acaba de ratificar que los “otoronguitos” aprenden rápidamente las mañoserías que viejos y experimentados “otorongos” ya nos tiene acostumbrado. Pero los “otoronguitos” no las tiene tan fácil, porque los viejos, más duchos y mañosos, en menos de lo que suena un tris se disfrazan en implacables luchadores contra la corrupción y no dejan que sus haciendas sean invadidas por unos bisoños impertinentes.
Como se recordará, cuando ni siquiera Ollanta Humala había juramentado como Presidente, sus huestes empezaron hacer de las suyas. Las primeras fechorías que se hicieron públicas la protagonizó el propio hermano del presidente, Alexis Humala, que en representación del nuevo gobierno acudió presto a ofrecer nuestro gas, minerales, petróleo, propuestas de compras de armas, etcétera, al gobierno ruso; de estas turbias gestiones del hermano del presidente, la derecha y sus medios de comunicación se engolocinaron a su regalado gusto, aunque no pasó a mayores. Pero lo que sí afectó al gobierno de Humala fue el “error político” cometido por su vicepresidente, cuando se reveló públicamente que Omar Chehade, con oscuros propósitos, sostuvo un par de reuniones con algunos oficiales de la Policía; lo que posteriormente el propio Chehade arguyó que se trató de un homenaje a dichos miembros de la policía y, de paso, “intercambiar opiniones” sobre el “orden interno”, eufemismos que pretendían ocultar la verdadera razón de dicho conciliábulo: el futuro desalojo de lo trabajadores de la azucarera Andahuasi, quienes se debaten en serios problemas judiciales con el poderoso Grupo Wong. Esta “chehadeada” sobrepasó a la natural indignación que nuestro pueblo manifiesta cada vez que conoce esos “correteos” bajo la mesa, sobre todo cuando se trata de altos funcionarios; enardecimiento popular legítimo porque precisamente parte importante de estos trabajadores, que ahora se encuentra al filo de la navaja, se la jugaron por la candidatura de Ollanta Humala en la campaña electoral. Ya lo sabemos: ese es el “pago” que reciben los trabajadores cuando apoyan a los demagogos.
En el Congreso, el caso Chehade fue visto por dos comisiones: la de Ética y la de Acusaciones Constitucionales; la primera comisión recomendó la suspensión de 120 días en su labor legislativa, recomendación que fue aprobada el 5 de diciembre del año pasado. Por su lado, la Comisión de Acusaciones Constitucionales, presidida por la congresista pepecista Marisol Pérez Tello,  propuso el desafuero y la inhabilitación de Chehade para ocupar cualquier puesto público durante 5 años, pero al mismo tiempo, pedía el levantamiento de la inmunidad parlamentaria del “otoronguito” Chehade, con el objeto de que sea juzgado en el fuero civil por el delito de tráfico de influencia; de este modo, si la Comisión Permanente aprobora el dictamen, la bancada oficialista perdía  automáticamente un voto, aún cuando Chehade fuera absuelto por el Poder Judicial. Sin duda el objetivo de la oposición derechista era disminuir el peso político de la bancada oficialista, sin importarle un comino el esclarecimiento de las verdaderas intenciones del “otoronguito”.
En tales circunstancias, Chehade se vio obligado a renunciar a su cargo de segundo vicepresidente un día antes de la votación en la Comisión Permanente, que, finalmente lo absolvió con el voto decisivo del otro “otoronguito” Yehude Simon. Dos días después, la Comisión Permanente decidió que la investigación del caso Chehade se ventile en la fiscalía de la Nación.
No cabe duda que fue un circo bien montado para que los antiguos corruptos se erijan como los campeones de la anticorrupción y aniquilar a los nuevos corruptos. Es increíble ver como nuestros viejos y conocidos corruptos de toda laya: fujimoristas, apristas, pepecistas y sus pequeños emuladores, ahora se han transformado en implacables paladines de la anticorrupción. Recién comienza la nueva temporada de este viejo y predecible espectáculo y todavía faltan más de cuatro años para que el desgastado y mediocre circo baje el telón ¿qué otros números nos deparará la vieja y parchada carpa levantada frente a la plaza Bolivar?
Tampoco existe duda alguna que mientras riga este sistema económico la corrupción continuará acrecentándose: los viejos corruptos “denunciarán” a los nuevos corruptos; los nuevos se convertirán en viejos, que a su vez denunciarán a los nuevos. Como una correa sin fin, mientras que persista este sistema económico la corrupción asolará nuestro país, dado que el capitalismo, por su propia naturaleza, es corrupto.

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